Hoy tenemos la oportunidad de hablar con Rosa García, bióloga y doctora en Sostenibilidad. Dentro de la organización sin ánimo de lucro Rezero, lleva más de 15 años diseñando y desarrollando proyectos de gestión y estudios relacionados con la prevención de residuos, el consumo responsable y la economía circular. También es docente de la Universidad de Barcelona en el ámbito de Turismo Sostenible y responsable.
1. Rosa, ¿cuáles serían los 3 retos a destacar a los que has tenido que hacer frente los últimos años bajo la dirección de Rezero?
Uno de los retos principales ha sido el de poner la primera de las erres, la reducción de residuos en la agenda política y los medios de comunicación. Este es, de hecho, uno de los objetivos fundacionales de nuestra organización porque a pesar de que las administraciones, las empresas y la propia ciudadanía hablamos a menudo de las 3 (o 5 o 7…) erres, la reducción sigue siendo a menudo simplemente discursiva porque todos los esfuerzos y recursos continúan yendo únicamente al reciclaje que, a pesar de ser necesario, no soluciona ni solucionará el infarto de residuos que padecemos.
El segundo reto ha sido el de convertirse en entidad referente en prevención y consumo responsable en Cataluña y el Estado sin renunciar a un valor fundamental, el de la rigurosidad técnica. Esto implica dedicar mucho tiempo y recursos a desarrollar toda una serie de estudios, informes y pruebas piloto que acompañan siempre como garantía a nuestras campañas, propuestas técnicas e iniciativas legislativas. Creo que esto nos da credibilidad, solvencia y hace que nuestras opiniones y propuestas se tengan en consideración.
El tercer reto es, sin duda, contribuir a que nuestra sociedad no dé pasos atrás en prevención de residuos, especialmente en la proliferación de productos y plásticos desechables, debido a la crisis sanitaria. Debemos conseguir aprovechar las evidencias que nos ha brindado esta pandemia de que existe una relación directa entre el actual modelo de producción y consumo y el colapso que vive nuestro planeta. Nos hemos dado cuenta (al menos por unos momentos) de que por muy poderosa que se considere la especie humana ante el poder de la naturaleza somos tan frágiles y vulnerables como cualquier otra especie. Necesitamos no sólo una nueva concepción de la naturaleza sino una transformación de nosotros mismos y de nuestro sentido de la vida y de la felicidad.
2. ¿Cuál es la campaña estratégica de la que te sientes más orgullosa por los resultados conseguidos?
A menudo en charlas o clases me gusta explicar la campaña “Cataluña libre de bolsas” porque fue nuestra primera campaña estratégica y porque marcó la manera de trabajar de Rezero: adelantarse en la identificación de la problemática (las bolsas de plástico como ejemplo paradigmático de la cultura del usar y tirar), la investigación, promover la participación de todos los agentes sociales y económicos, y la incidencia normativa que llevó a que Cataluña fuera unos de los primeros territorios donde la bolsa no fuera gratuita. De las campañas más recientes me gustaría destacar “Salud de Plástico”, donde a través del análisis de la orina de diferentes líderes de opinión de Cataluña, Baleares y Europa hemos conseguido evidenciar que el problema de la plastificación de nuestra alimentación no es sólo ambiental, sino que es un problema de salud pública sobre el que administraciones, empresas y distribuidores deben actuar de forma inmediata. Esta campaña nos debe servir para hacer entender que en pleno siglo XXI, la forma en que abordamos el problema de los residuos no puede ser sólo desde la visión obsoleta de la gestión de los residuos (reciclaje, tecnología…), sino que debemos ir a la raíz: hacia una producción basada en la prevención cuantitativa (no generar residuos) y cualitativa (libre de tóxicos para la salud humana y los ecosistemas).
3. En febrero de 2019 se aprobó la Ley Balear de Residuos y Suelos contaminados, la 1a que apostaba por la prevención de residuos centrándose específicamente en evitar la disponibilidad de productos de un solo uso. Fue una ley pionera en toda Europa y en breve (julio 2021) entrará en vigor su ley homóloga en España. Recientemente habéis sido invitadas a explicar vuestro informe de 2019 «Las Islas Baleares hacia el Residuo Cero. Situación actual e indicadores para la transición» ante la comisión de Medio Ambiente del Parlamento Balear.
¿De qué manera crees que han contribuido vuestros estudios en la redacción de estas nuevas leyes tan esperadas y con objetivos tan ambiciosos en el horizonte 2030?
Aunque Rezero inicialmente centraba su actividad en Cataluña, hace muchos años que trabajamos en las Islas Baleares. Siempre hemos considerado que el archipiélago es un territorio donde tiene todo el sentido avanzar hacia el residuo cero. Entre otros aspectos, porque son el territorio del Estado donde más residuos se generan y porque el monocultivo del turismo le ha supuesto graves impactos a nivel de contaminación, especialmente a los ecosistemas acuáticos (el mar de Baleares acumula tres veces más concentración de nano y microplásticos que otras zonas del Mediterráneo).
En los últimos años, efectivamente, hemos intensificado nuestra labor de investigación con varios estudios para poder aportar datos sobre el impacto del actual modelo de producción y consumo y qué alternativas se podrían adoptar. Hemos impulsado y colaborado en la creación de varias plataformas de entidades para avanzar en la reutilización, en el retorno de envases o en el planteamiento de un nuevo modelo social y económico, y hemos ayudado a enriquecer los debates y promover consensos hacia la necesidad de cambios normativos enfocados a la prevención. A nivel de Baleares continuamos haciendo este trabajo en un momento importante como es, ahora, la implantación de las medidas contempladas en la Ley que son las que deben permitir que las islas se conviertan en un territorio residuo cero a medio plazo. Lo que también nos haría mucha ilusión, es que otros territorios, especialmente Cataluña, siguieran la estela de las Baleares y aprobaran pronto leyes de residuos tan valientes y ambiciosas como la que aprobó el gobierno y el parlamento de las islas.
4. Teniendo en cuenta que el último año debido a la situación sanitaria no fue el idóneo para iniciar el fantástico proyecto «Biblioteca de las cosas», ¿qué valoración puedes dar de su primer año de vida?
A pesar de que la situación de pandemia nos obligó a estar unos meses inactivos, hacemos una valoración muy positiva de la Biblioteca de las cosas (BDC). La BDC es un proyecto que reúne muchos valores que son transformadores para nosotros: es un proyecto colaborativo ideado y diseñado conjuntamente con los vecinos y vecinas del barrio y que permite hacer uso de los productos cuando los necesitamos sin necesidad de comprarlos, por lo que reducimos su impacto ambiental y alargamos su vida útil. Además, genera conciencia de comunidad y orgullo de participar en una iniciativa que ejemplifica una nueva relación con los objetos y un nuevo modelo económico basado en el uso (satisfacción de la necesidad concreta) y no en el consumo (satisfacción de necesidades inducidas).
Una prueba de la buena aceptación e interés de la BDC es que actualmente ya existen en la ciudad de Barcelona varias réplicas y hemos asesorado a diversas instituciones y organizaciones en todo el Estado español interesadas en la creación de nuevas BDC.
Nuestro mayor deseo sería que las futuras BDC fueran entendidas como un servicio público y que, como tal, pudieran estar integradas, seguramente de manera más especializada según temáticas -salud, bricolaje, ocio, educación…- en equipamiento públicos.